Recientemente tuve una conversación muy enriquecedora con un buen amigo sobre el impacto de la inteligencia artificial (IA) en la industria AEC (Arquitectura, Ingeniería y Construcción). Es asombroso lo que podemos lograr hoy con las herramientas disponibles: con tan solo unos clics, somos capaces de simular comportamientos humanos, generar imágenes fotorrealistas, predecir el tráfico urbano, detectar desperfectos en nuestros proyectos e incluso optimizar la ruta crítica de un cronograma. Procesos que antes tomaban días o semanas ahora pueden completarse en cuestión de minutos.
Sin embargo, asumir que la tecnología por sí sola puede garantizar el éxito de un proyecto es un error grave. Hoy en día, son las personas quienes toman las decisiones clave, gestionan recursos y alinean los procesos con los objetivos del proyecto.
La IA como extensión, no reemplazo
En primer lugar, es importante recordar que la IA está diseñada para ser una herramienta útil que reduzca el margen de error humano. Funciona como una extensión de nuestras capacidades, permitiéndonos hacer más con menos recursos de la mejor manera posible. Usarla de forma contraria como sustituto indiscriminado del criterio humano sería, además de ineficaz, poco ético.
El criterio profesional sigue siendo imprescindible
Cada proyecto tiene objetivos distintos, por lo que el juicio profesional sigue siendo crucial. Los expertos, con su conocimiento técnico y experiencia en interacción humana, siguen siendo insustituibles. Las decisiones importantes requieren contexto, sensibilidad y responsabilidad: Tres factores que ninguna tecnología puede replicar por completo. Además de que los proyectos deberían cumplir con principios de sustentabilidad ambiental, social y económica lo cual exige una visión integral que solo los profesionales pueden aportar.
Las personas: el verdadero motor de los proyectos
Los proyectos más exitosos comparten un elemento en común: El trabajo colaborativo. Cuando las personas trabajan juntas con un propósito común, surge un sentido de pertenencia que potencia lo mejor de cada uno: La creatividad. Y esta creatividad es esencial para resolver los retos de ingeniería más complejos que permita alcanzar los objetivos del cliente.
Aunque la promesa de la tecnología resulta emocionante, no debemos perder de vista la realidad: El verdadero valor está en cómo usamos estas herramientas. Y ahí es donde entra en juego un método de gestión integral llamado VDC (Virtual Design and Construction).
VDC: Tecnología, procesos y personas alineados
El VDC se convierte en un elemento clave en los proyectos modernos porque permite alinear todos los recursos tecnológicos, humanos y de proceso hacia los objetivos correctos. El ideal es claro: Contar con las personas adecuadas, utilizando tecnologías apropiadas, en procesos diseñados por ellos mismos y alineados con los objetivos del cliente. Esa es la esencia del VDC: Una metodología de trabajo que, bien aplicada, es el camino más sólido hacia un proyecto exitoso.